lunes, 6 de junio de 2011
miércoles, 1 de junio de 2011
Espalda
Fotografia: Raquel Cortés
Yo la observaba desde atrás, desde el lugar que me correspondía, y sólo podía intuir su rostro, la continuación de aquella espalda recta, arrugada y pálida que se encorvaba ligeramente hacia el libro que estaba leyendo.
Yo la observaba desde atrás, desde el lugar que me correspondía, y sólo podía intuir su rostro, la continuación de aquella espalda recta, arrugada y pálida que se encorvaba ligeramente hacia el libro que estaba leyendo.
Era una mujer mayor -por las arrugas y el pelo blanco- pero parecía joven. Tenía que parecerlo. Porque no era como otros ancianos que montan en el autobús y duermen. Ella leía, y escribía –como hacía yo- y hablaba rápido y en otro idioma por teléfono. Y porque, cuando giró su rostro hacia mí, los ojos se clavaron fuerte. Me dieron. Nunca sabré si eran azules o negros, pero quemaban. Siguieron quemándome todo el trayecto.
Ella dejó de observarme cuando llegamos a nuestro destino. Dejó de observar, y de leer, y de escribir. Dejó el móvil. Dejó todo y concentró la mirada en la estación de autobuses. Tenía prisa.
Ella dejó de observarme al llegar a la estación pero yo no lo hice hasta que la vi desaparecer entre la gente. De mayor yo sería aquella mujer. Clavaría la mirada en alguien. Haría que me recordase siempre. Y yo, al llegar a la estación, me olvidaría.
Escupió sobre el cuerpo golpeado
Sacudió su cabellera con rabia
Pateó sus costillas, sus caderas, su espalda
Abrazó su temblor
Limpió las marcas con agua tibia
Dibujó sus labios con el índice de su mano
Amó. Como otras veces. Como siempre
Textos: Álex Arenaza
Foto.Guille sola
Escupió sobre el cuerpo golpeado
Sacudió su cabellera con rabia
Pateó sus costillas, sus caderas, su espalda
Abrazó su temblor
Limpió las marcas con agua tibia
Dibujó sus labios con el índice de su mano
Amó. Como otras veces. Como siempre
Textos: Álex Arenaza
Foto.Guille sola
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